domingo, 11 de septiembre de 2011

El dorado falo de los azafranes

La Nave
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La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.


Cuento, poema, ensayo, crónica, entrevista, reportaje

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el dorado falo de los azafranes
Esperanza Cruz


el dorado falo de los azafranes
Esperanza Cruz


por: Claudio Anaya

No siempre la manifestación poética del erotismo, ha de estar determinada por una serie de mediaciones maestras, más o menos formales, y de conceptualizaciones que no trascienden el ámbito de lo sagrado.

De las mediaciones maestras podernos decir que son la esencia del trabajo literario, la formulación de la experiencia en el nivel lingüístico, sin lo cual no habría arte literario. Pero aplicar con frecuencia estos criterios estéticos y técnicos, reduciendo de esta manera grandes posibilidades de expresión de la palabra y del espíritu, es caer en los rígidos moldes del academicismo y lo anacrónico.

La mentalidad de lo sagrado en lo erótico es esencia y vestigio de la sublimación mística de las religiones, del amor en el matrimonio, del amor en el sexo permitido, de las instancias sexuales autorizadas por el poder.

No siempre, repito, el arte erótica debe subyugarse a este tipo de intenciones y formulaciones, de un trasfondo político, pues, si se espera del poeta el máximo de compromiso al escribir su obra, no se le debe coartar con formalidades técnicas y mucho menos encasillarlo dentro de determinados criterios morales.

El sexo y el amor, valga la reiteración,  son algo tan natural y humano que precisamente por eso deben escapar al aura de lo sagrado, del amor como institución, de las formas de sexualidad reglamentadas y normatizadas. El amante, el poeta, el arte erótica, pueden solazarse con total libertad con el cuerpo, suyo o ajeno, al que puede utilizarse como objeto de placer, al igual que centrar su atención en el instante, por la pura sensualidad de la posesión del recuerdo, del recuerdo erótico que como un eslabón más, nos estructura y da profundidad y altura a nuestro conocimiento de la sociedad y del alma humana. El cuerpo del otro, de la pareja, es también un camino para llegar a nosotros mismos. Es, tal vez, la primera y más clara intensión en la poesía erótica de Esperanza Cruz: el encuentro con el instante, vivido o evocado, bañado por una luz de mediodía, azarosa e inocente como la naturaleza. Una naturaleza cruda y hasta cruel en su ingenuidad, que no contempla para nada la vergüenza. Y aunque las imágenes de estos poemas estén llamadas a provocar el escándalo, están muy lejos de cualquier representación vulgar o brutal, pues hay en ellas mucha inocencia, mucha luz inoportuna, tal vez demasiada para nuestro medio atávico y compulsivo.

El talante de su tono poético, directo, frontal, más apoyado en la fidelidad a la imagen que al estilo, nos hace pensar que de alguna forma fue tocada por alguno de los reflejos de la iluminación, y pudo plasmar con pocas palabras  una poesía que es una verdadera fiesta del cuerpo y el amor físico, una epifanía de la libertad del cuerpo y la voluntad.

Y pudo llegar a esto por la visión de la imagen y su éxtasis connatural, una actitud que no puede anidar en las mentalidades culposas.  Bajo ningún punto maduro de vista estos poemas pueden ser vistos como pornográficos, porque no los dice la crudeza (que sería una tendencia a la ausencia de cultura) sino la franqueza, y que puede calificarse como la base de la visión de la vida.

A Esperanza la perdí de vista en las espirales del tiempo, las trampas de la vida, la incertidumbre y las mudanzas. Por todo lo anterior, de su libro inédito de poesía “El dorado falo de los azafranes”, como el verso de Ezra Pound, sobreviven estos cuatro poemas enmarcados dentro de la tradición de Safo, Pietro Aretino y Apolinar, y de los cuales hoy vuelvo a disfrutar su lectura, porque son insolentes y altaneros.






Dulce combate

Magia en el movimiento
ligero como pájaros cernidos
sobre mí.
Borracha de placer
 voy a la batalla.
Gemidos, gritos
en lo intemporal del combate.
Me refugio en tus besos.
¡Listo tu cañón!
tiembla al paso de mi lengua
y un disparo
me arrebata.





Siembra

Mi cuerpo es un surco abierto.
Desnudos senos
preñados de leche y miel
ofrezco.
Dedos como nubes crecientes
por las crestas rosadas de mi zanja.
Mi tierra grita tu lluvia
y ella cae complaciente.





Cancioncilla

Tus muslos de color arena
estremeciéndose al paso de mis manos.
Tempestades en mi respiración
se hunden en tus recodos.
Fuertes agitaciones en tu pecho
estallan con libertad y dicha.
Te atraigo con el saxo de mi boca
somos dos en la soledad más deseada.
Amo tus abismos, igual que tus orillas.
Te encuentro dulce, ardiente
con los ojos cerrados al deleite.
Escalo tus paredes y mientras tanto bajas
quebrándome por dentro.



Óleo sobre lienzo

El momento se aproxima
siento caminar tus pinceles
sobre la desnudez de mi cuerpo.
Recorres cada parte de mí
con la precisión más exacta
más sutil…
Toda mi rosa se entreabre
 a la exploración de tu boca
y de tus dedos…
Unges tus labios
con la humedad de mi piel.
Tu óleo se derrama en mi boca
y pinto y pintas.

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