miércoles, 2 de mayo de 2012

Ciudad, novela, historia


La Nave
lanavepoetica.blogspot.com
Plaquette alternativa  12; Bucaramanga, mayo de 2012; lakartilla@hotmail.com; Director: Claudio Anaya; Comité asesor: Gloria Inés Ramírez M., Diana Katherine Ramírez  
La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.


Ciudad, novela, historia

por: Claudio Anaya

Bucaramanga actualmente es una ciudad sin rostro. Si con el tiempo, alguien del futuro quisiera conocer la fisonomía y la atmósfera cultural de esta ciudad, tal vez sólo la encontraría en los registros de la literatura y la fotografía. Bucaramanga tuvo un rostro definido, que le dio por mucho tiempo un semblante contemporáneo, sin  abandonar los perfiles de la tradición. Esa fue la cara que le dio los nombres  de ciudad bonita, ciudad cordial, entre otros, y que hablaban de la comodidad de sus espacios públicos y de su atmósfera cívica. Esto quiere decir que pasada la gran crisis de la violencia desatada en el año cuarenta y ocho, y sin olvidar las otras sucesivas violencias, Bucaramanga tuvo un paisaje definido y único, pero ya no existe.

La literatura de cualquier lugar del mundo, de cualquier parroquia del mundo, en mayor o menor medida y de acuerdo a la voluntad de los autores, puede trazar desde un boceto hasta un exhaustivo cuadro hiperrealista; esta es una condición connatural a la creación literaria; el autor, puede decirse, no escapa del todo a su paisaje de arraigo o a su época. Y no puede hacerlo porque es precisamente en estos elementos o factores donde reside la esencia de la vitalidad o el alma de la obra, ya que la literatura hace énfasis en algunos aspectos de la gran gama de las condiciones y circunstancias humanas; la historia por ejemplo.


Dijo Lukacs: “La novela histórica es tributaria de la relación del autor con su época, y su sociedad”, y si, en palabras del escritor santandereano Pedro Gómez Valderrama “la historia es precisamente el restablecimiento de los hechos que crea la vida”, entonces, una gran mayoría de novelas es histórica ya que todo es historia, ya que todos somos históricos por cuanto arrastramos la memoria y el recuerdo de nuestras vicisitudes por el mundo y nuestras relaciones con los demás; y como lo mencionó Pedro Gómez Valderrama en su discurso de ingreso a la Academia de Historia, “la historia incorporada a la literatura no es un simple recurso literario: es la creación de una nueva realidad diferente”. Y citaba también Valderrama a Saúl Bellow cuando decía: “un escritor es un historiador imaginativo que puede acercarse más que los sociólogos a las realidades contemporáneas”. Y se ha llegado a afirmar, inclusive, que los personajes de novela son tomados inexorablemente de la realidad.


Este es el principal rasgo  de Fuera de escena, la segunda novela del autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza. Y como lo acabo de mencionar, hace un retrato de nuestra ciudad en el último cuarto del Siglo XX, pero es un relato focalizado en la resistencia estudiantil universitaria. Personajes inspirados o tomados de la realidad de unos sucesos y rescatados de la clandestinidad o del olvido de los testigos, o de las fuentes primarias, para ofrecernos por medio de esa mixtura o ese umbral ambivalente entre realidad y ficción, esa historia esencial o genérica de una parte de nuestra ciudad, de una parte de nuestra generación, y de una época que ya es historia patria. Por lo cual, tal vez, no tuvo la intensión de pintar el paisaje urbano de la Bucaramanga de esa época, a fin de cuentas esta novela se constituye por un relato de acción, y el paisaje en este caso es el psicológico o social de sus personajes, pero por otro lado, como ya lo mencioné también, Bucaramanga tuvo un paisaje urbano que la caracterizó, y del cual, desde los años setenta se inició su gradual desmonte, agudizado en los últimos diez años con el último curador de la ciudad, quien ha concedido las suficientes licencias de demolición-construcción, como para borrar esa parte de la memoria física y arquitectónica de la ciudad, y con esta memoria se han marchado también los puntos de referencia, los símbolos y los signos que ayudan a construir un sentido de tradición y pertenencia de la comunidad con su paisaje. Luego, se ha hecho de Bucaramanga una ciudad sin rostro, con la neurosis del cambio y la copia foránea, a fuerza de contratos de construcción civil.

Pero la fisonomía o el semblante de una ciudad no se conforman  solamente por su registro material. La ciudad también es un mosaico de historias que se van dando y entretejiendo con el paso de las horas, y habrá oralidad y literatura, en todos los lugares donde haya como mínimo “un alguien”, cuya conciencia trascienda el presente y sin olvidarlo se proyecte hacia el pasado y hacia el porvenir.

Es cierto que Fuera de escena es una novela que ganó por W, pero también es cierto que es una novela con veinte años de cocimiento,  la cual, más que apoyarse en la realidad, parte de la experiencia vital. En esta novela como en muchas, la historia estuvo oculta por mucho tiempo en las memorias de los protagonistas o los testigos, pero cuando la pluma consolidó estas memorias en un relato, cuando las convirtió en texto, adquirió un cuerpo de realidad, una presencia, la suficiente presencia como para interrelacionarse con otras historias paralelas que se desprendieron del argumento medular, y es cuando el relato de esta novela adquirió todos los contrafuertes y las estribaciones de la realidad y de la historia hecha literatura, de la vida hecha literatura que parte de la vida,  de la literatura con alma o con vísceras.

La novela es la versión moderna y prosaica de la epopeya, que era a su vez el cantar de gesta de los pueblos. Quizá no sea pretensión o herejía, teniendo en cuenta la gran cantidad de activistas de izquierda, la millonaria granizada de muchachos que lucharon y cayeron por su causa, decir que esta novela es en nuestra ciudad un primer tramo o aliento de esa epopeya que está por escribirse. Querámoslo o no, fue una época de la historia de la humanidad que aquí también tuvo su capítulo, y en este aspecto Gabriel Ayala en nuestro medio, es un pionero.

Esta novela está escrita con un discurso básico, que podríamos llamar genérico, que se va perfilando con  la filigrana que trae el desarrollo de la historia, que va constituyendo el discurso narrativo por acumulación o sedimentación de los hechos y que logra en este caso una historia muy bien contada. Tiene excelentes descripciones, narraciones y retratos de sus personajes, realizados con muy pocas pinceladas descriptivas y expresiones oportunas en los diálogos cortos pero característicos, para una buena personificación. Buenos empalmes de la acción entre las sucesivas situaciones y también un excelente engranaje entre los bloques mayores del relato, manteniendo la tensión y el interés.

Fuera de escena es a un mismo tiempo investigación e imaginación, crónica y ficción de una época poblada por una singular clase de hombres y mujeres, por unas generaciones que no se negaron la posibilidad de soñar con una sociedad diferente.

El impacto de la revolución cubana y la efigie tutelar del Che Guevara, las influencias libertarias de mayo del 68 en París y su réplica en gran parte del mundo, el sentimiento de rebeldía tan propio de la juventud de aquel entonces, sentimiento de rebeldía ante una sociedad desigual e injusta y ante un mundo caótico, entre muchos otros factores, además de la ingenuidad tan característica de los jóvenes, configuraron esa mentalidad que permitía creer en la utopía, que oponía la quimera a la fosilización del mundo.


Bucaramanga, diciembre 17 de 2010


Texto leído el 17 de diciembre de 2010  a las 7pm., en la Sala de exposiciones del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga, en la presentación pública de la novela Fuera de escena, del autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza.




*
Fuera de escena, Gabriel Ayala P.(fragmentos)


Nunca pensé que al retornar a casa, recibiría la llamada de aquella mujer, que al desaparecer muchos años atrás, habría de cambiar el rumbo de nuestra historia.
-¿Aló? -interrogo, al levantar el auricular del teléfono.
-Sí, Alicia apareció -oigo una voz femenina en la línea.
-¿Aló? -sorprendido pregunto de nuevo.
-Alicia apareció -repite segura la mujer- Se encuentra en la funeraria Redentor -agrega, y sin más rodeos, corta la conversación.


Es el final de una obra cuya puesta en escena nunca concluyó, no se pudo correr el telón en el tiempo previsto, porque los actores jamás conseguimos controlar sus efectos, y menos aún imaginamos, que terminaríamos así. Sospecho que es una broma de alguien que supo lo nuestro, o mejor, lo mío, y quiere aprovecharse. El timbre de su voz se me hace familiar, pero en el momento no la reconozco. Aquel recelo de los años anteriores ha desaparecido, como para pensar que todavía me estén haciendo inteligencia. Entonces salgo, los árboles del parque, inquietos se retuercen entre remolinos de viento, las calles son largas a esta hora, mi sombra se enreda en los pies y me persigue, la funeraria me recuerda que somos simple mercancía. En la entrada percibo la frescura de la fuente, después el olor de las flores marchitas se impone. Alicia Lugo, segundo piso, sala numero tres. Pero vengo porque quiero verte y me encuentro con que no es posible, ¡ah!, el ataúd completamente cerrado. Veo a Mauro y por su aspecto dudo si se trata de él, su pelo excesivamente pargo y la ropa que viste, no corresponde bien a la moda de estos días. Recuerdo en un instante toda su relación y amistad con nosotros. Sosegado, habla a un lado del cadáver con dos sujetos desconocidos para mí. No se percibe en él la menor sombra de congoja y puede llegarse a pensar, que ese rostro sereno que refleja, con toda seguridad es su rostro verdadero. A pocos pasos, vestido con su acostumbrado flux, se halla Bautista, quien leal a la familia en todo momento, está pendiente para ayudar en lo que sea posible, a prudente distancia trata de escuchar lo que Mauro y los desconocidos conversan, mientras esquiva del más alto de los dos, su mirada aviesa. Quienes llegan, al acercarse y encontrar el féretro cerrado por completo, imaginan que el asunto, como lo anuncian en la tarde los periódicos, corresponde a una situación delicada. Entonces empiezan las dudas. Alicia está muerta, sí, pero ¿se ha descifrado la clave? O, por el contrario, ¿ha desaparecido por completo la fortuna? Las tías Justina e Isabel, que esperan ver la cara siempre límpida de su sobrina, son las primeras en sorprenderse y aunque intentan con un movimiento cercano al ataúd, hacerse ver de Mauro para dialogar, no lo consiguen.

*

Minutos después aparece el vehículo particular en el que llegó Matty. Mauro cancela la cuenta y deja una propina al mesero, Matty recoge la botella de vino y me la pasa. Salimos, una mujer de pelo castaño y gafas oscuras ocupa el asiento delantero, ellos ingresan al vehículo y cuando este arranca, la mujer se vuelve hacia mí, saca la mano por la ventanilla y con un leve movimiento se despide. Es la mano de Alicia, con sus dedos largos y delicados, es su cuerpo que tanto besé amé, es la última imagen que me queda de sus rostro sereno y nacarado.

Se han marchado y he quedado solo, sin generación, con toda la conciencia de una historia, pero sin nada, eso me hace sentir desconsuelo. Levanto la botella, tomo un sorbo de vino, el último tren de la noche no pasa, camino por el boulevar hasta un parque, pienso en el pasado pero el futuro cae incansable sobre mí. Cuando se conoce más el mundo, también nos conocemos mejor a nosotros mismos y cuando nos conocemos a nosotros mismos, no creo que nos guste tanto. ¡Ah!, de todas maneras la vida es bella. Así que me siento en el césped y como dice Khayyam, bebo vino, mientras contemplo la Luna, que ha visto desaparecer millares de generaciones.