jueves, 27 de octubre de 2011

La hora, la sombra, y la angustia

La Nave
lanavepoetica.blogspot.com
Plaquette alternativa  11; Bucaramanga, octubre de 2011; lakartilla@hotmail.com; Director: Claudio Anaya; Comité asesor: Diagramación: Gloria Inés Ramírez M., Diseño: Diana Katherine Ramírez  J., Pavel Ángel Miranda N.
La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.


La hora, la sombra, y la angustia


por: Claudio Anaya
Carlos Augusto Pereira Martínez es un veterano narrador santandereano, que no ha tenido que forjarse ni buscarse ningún estilo literario, porque parte de su franqueza y su llaneza de santandereano y su forma de hablar se reflejan en su discurso narrativo; escribe como piensa y como habla. No le interesan los acabados de la estilística sino las historias de las que se ocupa. Su estilo literario es su manera de ser y de ver la vida, acuñada en sus historias que la muestran en toda su crudeza.
En toda su producción editorial que comprende también libros de teatro, una novela, numerosos ensayos y notas de prensa, cuento y poesía, resaltan sus tres libros de cuento: Ha llegado la hora (Segundo puesto en el Concurso de Cuento Treinta Años U.I.S., en 1979); La sombra de la máscara de 1989  ; y La angustia de las almas en pena de 2008; conformado este último libro por historias en las que se ve patente que la vida real y pública de la calle es una guerra, y que otros personajes que ignoramos o no vemos, adelantan contra uno, y con el agravante de que siempre se nos pide que en esta guerra nos propongamos incondicionalmente como lo inerme, para el éxito del enemigo invisible.
La impronta de su mirada y su agitado (tal vez extraño) ritmo respiratorio, le dan a su narración, al lector, un cierto aire de situación vivencial, de testigo de los hechos, filtrados por la visión crítica que aún tiene lo que podríamos llamar la reserva de los intelectuales en nuestro medio.
Veo también dos sesgos interesantes en su trabajo; primero, la visión espectral, de ultratumba, de las visiones místicas, religiosas. Este es un ingrediente que no ha abandonado el  autor, aunque lo presenta un tanto matizado por una intensión humorística. Recordamos algunos, lo deliciosas y emocionantes que eran esas historias cuando la televisión y el cine no habían extirpado en la gente la capacidad de asombrarse con las palabras y con algunos hechos fantásticos. Y segundo, el amor y el sexo, signados por la tragedia. La tragedia encarnada en los amantes varones que sucumben víctimas de la mujer fatal, que oficia el ritual del amor sexual que devora y sacrifica. El amor que revela parcialmente sus secretos al amante, y lo sacrifica para que el mito del misterio siga existiendo como parte de lo humano.
En algunos de los relatos de Carlos Augusto Pereira M., los finales son desenfadados, finales que hacen un cierto abandono de las técnicas del famoso nocaut en el cuento, y más bien enfatizan en la explicación final que sella con contundencia la tragedia, y que nos acerca al lenguaje coloquial de la calle que es la fuente de la cual fluyen estas historias y noticias, reinterpretadas por quienes las oyen y a su vez las cuentan y las pasan de voz a voz.
También en estos textos hay un cierto regusto por la truculencia de la vida o de nuestra realidad social, ultrajada por una guerra, hija  de la corrupción política que une muchas veces en el odio a víctimas y asesinos, y que también algunas veces los ha unido en el amor y en el sexo (por ejemplo, en el cuento titulado La foto de Frank); como si sus historias nos sugirieran que no hay un lindero definido entre estos dos sentimientos.






La mujer del presagio
Al ver a la mujer de los ojos como lagos profundos, algo le dijo en su interior que ella sería su perdición, y no alcanzó a disipar la sombra del augurio, cuando aferrado en el goce pagano al cuerpo desnudo de la mujer, en su nuca el clic de un revólver engatillado le confirmaba el presagio.

La sombra
Sintió un escalofrío que le recorrió el bajo vientre y la entrepierna, cuando entró al callejón lodoso de luces mortecinas, y una sombra se proyectó a su lado. “Es mi sombra”, y siguió adelante, en el mismo instante, en que la sombra levantaba el puñal.

Reflejo
El hombre escuchó los golpes desesperados y urgentes en la puerta. Pero cuando abrió ya era muy tarde: un cuerpo cayó al suelo pesadamente, y a la luz de la luna reconoció en el rostro del acuchillado su propio rostro.



sábado, 1 de octubre de 2011

Textos para el hastío

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Textos para el hastío


Por: Claudio Anaya
UN LUGAR SIN ESPERANZAS
Breviario del Despojo es el más reciente libro de Carlos Arnulfo Arias M., y en este título, tal vez despojo sea sinónimo de desesperanza o de paradoja, como puede colegirse de los tres epígrafes que anteceden la obra, escritos por Juan el evangelista, Samuel Beckett y Julio Cortázar.
En esta colección de textos breves como bonsáis que han sido podados con la tijera de la parquedad movida por la mano de la desilusión, hasta dejar sólo  la última yema o el último cogollo como la única esperanza o posibilidad que tiene para retoñar el follaje de la historia y toda la carga de los factores humanos, no obstante puede entreverse la aridez de nuestra sociedad.
Es manifiesto el cansancio de los discursos de nuestra cultura, que si bien en los aspectos espléndidos se refugian y sobreviven en algunas minorías que más semejan sectas de afiliados, no contribuyen o dadas las circunstancias sociales no han podido contribuir a mejorar o dignificar nuestra condición humana como pueblo.
La poesía habla de los sueños de la gente y de sus deseos, de su historia y de su fantasía, y de muchos otros aspectos, pero también puede hablar de sus fracasos. Y ante un mundo tan hostil cabe la pregunta: ¿Para qué una poesía alambicada con todos estos temas, si en última instancia son las coordenadas de basura que le dictan a la gente la publicidad, la farándula y ese esperpento llamado política? … ante esto, la sentencia de fuerte sabor filosófico del rumano Emil Ciorán: “… la fatiga, transformada en visión del mundo…”.
Breviario del Despojo es el relato de quien viene ya de regreso. Pero no es un relato lineal sino una granizada de esquirlas, cada una manifestando una intensión, cada una con una historia bien oculta, tal vez por inconfesables algunas de ellas. Cada una esgrimiendo su filo y su punta,  porque ¿para qué la anécdota si la intensión es la de cuestionar, herir o diseccionar al lector?... breviario de lectura laberíntica, puede abrirse por cualquier página y saltarse de una a otra incesantemente; cada texto es un callejón que puede llevarnos a ese lugar sin esperanzas que es la esterilidad del mundo, o a uno mismo.

La muerte no espera
que los amantes
se consuman entre ellos.                                                                             (Bucaramanga,  marzo de 2010)





LA VIDA ES UNA ESPERA SITIADA


Me llega por un correo de mano a mano, un libro que a primera vista pareciera de género impreciso, de prosa poética o crónica poética, un tanto matizada por las voces de sus personajes, tal vez por haber sido escrito en esta época y en estas ciudades, y tenía que ser así, tratándose precisamente de estos tiempos y estas ciudades.
Es un libro con buen manejo de lenguaje, al que el autor ha sabido escanciarle algunas gotas amargas, y que reflejan el ruido y el desconcierto de la vida actual, como lo indica su título: Sin Sur Ni Después, de Carlos Arnulfo Arias Mendoza. No es fácil su lectura, pues sabe ocultar en la anécdota una variada carga de elementos aquilatados por la experiencia de este autor, que nos habla aquí de forma un tanto ambivalente, entre la pasión por el oficio literario y el desinterés por comunicarse en esta serie de textos ambiciosos, que pretenden abarcar toda una existencia, ¿el autor y su época?
No lo sabemos. Lo que sí  es evidente es que a través de sus anodinos o tácitos personajes, comprobamos que la literatura, en este caso la poesía que palpita en cada una de sus páginas, parte de la vida y a la vida vuelve. Hay en estos textos de facciones lavadas y sin maquillaje, el dejo de la nostalgia y de lo testimonial, y el registro de una vida de dura talla, preservada a pulso ante la adversidad.
Flota en sus ámbitos, oculta por pequeñas tragedias cotidianas, la emponzoñada atmósfera de lo político, corroyendo la existencia de esos personajes que a veces tienen nombre y a veces no, como nosotros, como el sujeto que huye apresuradamente de su tragedia y cruza una esquina para terminar en la página equivocada, como en el clásico callejón sin salida, encontrándose frente a frente consigo mismo; personajes que sólo tienen la posibilidad de luchar denodadamente contra la corriente, o resignarse a que esta corriente los abandone en cualquier lugar, o dirigir su agresiva lucha contra sí mismos, en un entorno de soledad y desamparo; si algunos breves textos son verdaderas instantáneas que sorprenden con el destello que puede tener un fugaz  fragmento de realidad, una imagen que deja en suspenso nuestra existencia al ver a alguien desesperado, en un instante enmarcado por el vacío.
Y se cuentan las cosas en este libro en tiempo presente, en tiempo inmediato, como recalcando que en nuestro tiempo nadie tiene futuro, ni sur, ni después. Es un bello y patético fresco de nuestra sociedad, que nos recuerda que cada uno de nosotros está parado sobre el filo de la navaja, y que sólo nos limitamos a esperar. 

¿Quién juega a las marionetas con quién?
¿Quién es mi juguete y yo de quién lo soy?
¿Quién dispara la bala para mi cuerpo
y quién la llevará
si tengo la suerte desconocida de esquivarla?


(Bucaramanga,  noviembre de 2007) 

Carne eres y en palabras te convertirás

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CARNE ERES Y EN PALABRAS TE CONVERTIRÁS


Por: Claudio Anaya

Carlos Lizcano es un narrador santandereano, cuyo primer libro de cuentos: Entre las esquinas del amor y la muerte, adopta aparentemente las formas de una narración lineal o tradicional, sin mayores sobresaltos ni alardes técnicos, pero que en su interior guarda y exhibe para el lector no pocas sorpresas y perlas, producto de un paciente trabajo de años y de sucesivas lecturas y borradores. Método que lo ha llevado a conocer muy bien los personajes y las historias que aguardaban ocultas antes de las podas y los ajustes.

Los personajes de sus relatos habitan la amplia temática de las sociedades actuales. Temática que va, de la infidelidad a la muerte trágica o el suicidio, la angustia ante la insuficiencia académica, el amor prohibido o ambivalente, lo mitológico, la masacre y la nostalgia fantasmal de las víctimas por la vida, la antropofagia, la licantropía, la violencia política, los celos y la ironía, la prostitución, el sentimiento de fracaso ante la vida, la leyenda, y las imprecisas y casuales relaciones entre los seres humanos.

Esta amplia gama de temas, habla por sí sola, de la propuesta de esta colección de cuentos. Quizá la literatura sea el más primigenio testimonio de la humanidad, y la función del escritor, o mejor, de la obra, tal vez no sea la solución a los problemas de la sociedad, sino proyectar una pequeña parcela de su época en la infinitud de los tiempos. Un poco a la manera de la vida reflejada en los espejos de la isla, en la Invención de Morel, del escritor argentino Bioy Casares, y no en la concepción de Borges para el cual “La eternidad no es la sucesión de los tiempos. Es un instante en el cual se congregan magicamente, místicamente, todo el pasado, todo el presente, todo el porvenir. Es una hermosa ficción humana”.

Aunque sus personajes se debaten generalmente en circunstancias adversas, es claro que la intención y la vocación de este joven narrador, son la del frío cronista del mundo, de su mundo; hay una distancia muy clara y definida del autor con respecto a las atmósferas y personajes de sus relatos,  y éstos están signados por la fatalidad. Para este joven autor, la vida es algo que ocurre entre estos dos momentos fundamentales que son el amor y la muerte. La vida es el río de historias que fluyen por las calles y que se originan entre esas esquinas llamadas amor y muerte. Y sus personajes casi prescinden de su apariencia humana; lo más orgánico que tienen es el tejido de palabras con el que expresan su vida, apoyados por un acucioso y buen narrador, muy diestro en la elaboración de esos ámbitos referenciales, de esas coordenadas de las cuales, ninguno de ellos puede escapar.

Las palabras son el humo de la voz, dice la expresión islandesa, y esta imagen de  tal levedad, nos hace pensar que en estos cuentos las historias son el polvo de la carne, lo que queda del género humano, sea cual sea la memoria o el soporte que las guarde.
  

  

El sonido de la sirena policial penetró como saeta en medio del silencio de aquel barrio somnoliento. La invisible escoba de la muerte ya había empezado a barrer los primeros coágulos de sangre que se habían formado sobre los adoquines de la  
Calle peatonal, y la bruma del amanecer se empeñaba en cubrir con su manto lúgubre lo ocurrido hacia poco menos de una hora en ese lugar.

*

Fue el lunes cuando me enteré de la identidad de mi víctima. Compré el periódico, como lo hago todos los días para distraerme llenando el crucigrama, y en la primera página vi la noticia del asesinato. Pero vea, uno no piensa que una cosa de esas pueda suceder. Él ni siquiera me lo dio a sospechar, simplemente me dijo que yo tenía que matar a un hombre que pasaría frente a mi casa. Pero no señor, yo en ningún momento creí que ese hombre me estuviera pagando esa millonada para que yo me convirtiera en su propio asesino






Tomado de Entre las esquinas del amor y la muerte, de Carlos Lizcano, Colección Ópera Prima, Asociación de Poetas en Santander “Palabra en el tiempo”, primera edición, Junio de 2009, Bucaramanga.

sábado, 24 de septiembre de 2011

País remoto, país íntimo



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 País remoto, país íntimo

 
Por: Claudio Anaya

   La aparición o el encuentro de un buen libro también es noticia. Por eso quiero participar a los lectores el descubrimiento de un libro afortunado, se trata de País Íntimo, Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos; otorgado por la Biblioteca Centenario de Cali en el año 2000, y escrito por el poeta Hernán Vargascarreño, nacido en 1960 en  Zapatoca, Santander Sur. Obra que nos ofrece en el delicioso lenguaje que da la experiencia en el oficio (leer y escribir, pensar en el mundo y la vida con la más alta exigencia) una visión delicada y cálida, íntima, en una de sus facetas más civilizadas, la vida de los seres  humanos en el recuerdo. Pero no es una memoria antiséptica sino cargada de sugerentes esencias, donde tienen mucho que ver el espíritu de la región, la época y lo mítico. La vida de las ciudades intermedias en Santander Sur, iniciada la segunda mitad del Siglo XX, cosa que todavía en algunos  parajes y momentos, podemos captar.
   La memoria escrita es el final de un proceso de autoafirmación ante el mundo, de recuperación de una época que no volverá y cuya ausencia nos enfrenta  a la nostalgia de lo irrecuperable; la vivencia grata que se acaricia cuando sólo es recuerdo. Este regodeo en el pasado, este bucear en los recuerdos le confiere a esa memoria la belleza de lo idealizado, el recuerdo de lo humano sin el peso del presente, sin la brutal gravedad del presente, como lo expresa el autor:

Asuntos de casa

Primero fue una luz. La luz era un sueño.
El sueño una mujer y un hombre que se amaban.
Así, creció la casa.

   País Íntimo es el libro del regreso, a lo grato y armónico que puede tener la vida del poeta en su infancia y juventud, y a la historia de la cultura en nuestra región. Como ya grandes poetas lo han hecho, entre los nuestros Aurelio Arturo por ejemplo, Hernán Vargascarreño recupera esos ámbitos perdidos con el transcurrir de los años, en un lenguaje depurado y universal, rescata de las profundas gasas del olvido un momento, una época y una  forma ser y vivir en la historia de nuestro pueblo santandereano, crea una región literaria que tiene mucho de la atmósfera ingenua de la pequeña ciudad y del Siglo XIX, por su orgánica proximidad a lo natural, una región literaria que nace del Santander real de esa época y que ya no se perderá, porque estará siempre en las páginas de su País Íntimo, espléndida muestra de las obras delicadas que produce nuestra cultura.


País de agujeros (6)

Clausuremos las ventanas
ahora que hemos decidido
ignorar la puerta.
Afuera
el mundo no es tan grande
ni tan feliz como parece.
Alguien que no es la muerte
nos engaña desde siempre.
 











*
Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 4 A, Opinión, el jueves 27 de diciembre de 2007, Bucaramanga. 

                  



Padrenuestros profanos

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Padrenuestros profanos

Por Claudio Anaya

   El poeta santandereano Hernando Ardila, nos presenta un libro de poemas de profunda vocación social, en donde, apoyándose en referentes históricos y culturales como la Biblia, la historia, la constitución y otras coordenadas de la cultura universal, explora con sentido crítico al actual sistema económico y social. Juega o experimenta de manera desenfadada con esos conceptos, para finalmente sorprender, al contarnos que la anécdota ha terminado con lo que creíamos que iniciaba, como al final de su poema Génesis:

“ Al final,
   el oro hizo al hombre y al hambre
   homo hominis lupus…
   y a Dios, a su imagen y semejanza”.   

   Se percibe también en algunos poemas de Hernando Ardila, un regusto por el humor. Poemas como Zoom politicom:

(Dios los crea… ellos un día se juntarán)
  El hombre es un ser social por naturaleza: Aristóteles.
    Y le dijo el padre:
“tráeme un hombresolo”
…  el hijo regresó
  trayéndole…
  una muchedumbre.

poemas que aparentemente son un juego con el absurdo y lo sorpresivo, no se quedan en el humor ni en el juego de los contrasentidos y la experimentación, al empalmar dos situaciones o factores que nada tienen que ver, para de ahí sorprender al lector con la nueva significación o escena que surja de este encuentro.

Hágase… páguese

(Midas se aprovechó de todo cuanto dijo el señor)
 Dios dijo:
“hágase la luz”
¡ella alumbró para todos por igual!
Luego,
Edison la atrapó patentándola suya
Phillips, en oro la convirtió
nuevo Dios…
Faber dijo:
“brille para todos la luz perpetua”
La multitud en silencio coreo:
Que Dios nos saque de penas
la luz
no se puede ir a pagar.

    No solamente eso. Este libro tiene implícita una actitud que para no llamar de esperanza, menciono como de persistencia y avance, tal vez de confianza en ese mundo que él quiere refundar con su nueva narración del mundo y la cultura.

    El poema Tanto y nada es un descarnado diagnóstico desde la realidad de las calles de las ciudades colombianas, donde la brutal presencia de las condiciones actuales, descalifica cualquier argumentación apoyada en la propaganda política y hasta en lo jurídico.

   Otro rasgo es el tono de marcada tendencia épica, con el cual canta y cuenta sobre las diferentes culturas latinoamericanas, hermanándolas al mencionar sus rasgos y diferencias, uniéndolas al visualizar para ellas un destino común, derivado de las actuales condiciones políticas. Y es así como Hernando Ardila retoma la vieja bandera de un debate ya olvidado: el papel del intelectual y el artista, en la transformación y liberación de la sociedad.

   Debate que tuvo vigencia de los años sesenta a mediados de los ochenta, aproximadamente, y que de ahí hacia acá prácticamente nadie ha dicho ni pío al respecto. Y el intelectual que era visto con desconfianza por el poder, prácticamente desapareció de los escenarios públicos (con algunas excepciones gracias a los dioses y los mortales) y fueron reemplazados por una granizada de artistas lacayos, burocratizados por una ley de cultura que acabó por pauperizarlos en muchos aspectos.

   Hernando Ardila entiende la creación artística y la poesía, como un importante ámbito a través del cual se posibilita la creación de conciencia en los individuos y de ahí la transformación de la sociedad y del mundo. Es una vieja utopía que renace, precisamente ahora, cuando más turbias y oscuras son las condiciones políticas, sociales y culturales en Colombia; situación agravada por la ignorancia y el desparpajo con los cuales la gran mayoría de los compatriotas mira y deja hacer, marginándose del debate y pensando que la obediencia, la resignación o el mimetismo con el régimen, contribuyen a depurar nuestra democracia.

Traición

Mateo 10 -14, contextualizado por Nando 8 - 21
No…
Jodas,
¿por un peso entregas
 al hijo del hambre?     




*
Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 4 A, Opinión, el viernes 3 de octubre de 2008, Bucaramanga.                     

Las ciudades del mar

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Las ciudades del mar





Por: Claudio Anaya

   Hace algunos años, en una conferencia le oí decir al escritor y neuropsiquiatra santandereano Miguel Ángel Pérez, que la literatura debía rescatar el fabulador. Meses después apareció su libro Las Ciudades del Mar, haciendo realidad su teoría y propuesta de tratar a sus infantes pacientes con lectura y no con otros métodos ya muy cuestionados.
   Ha pasado el tiempo y se sostiene en su propuesta: “La única terapia que tiene sentido, es la vida misma”, manifestó en otra conferencia a finales del 2007. Frase que tiene conexión medular con su propuesta médica y con los relatos de Las Ciudades del Mar, que trabajan la dúctil materia de los sueños y lo fantástico. Digo dúctil, desde mi cómoda situación de lector que degusta un discurso donde se ha hecho abandono de la lógica cartesiana, podríamos decir, y se hace uso de la fantasía y lo maravilloso, donde no existen reglas o leyes porque su armonía se cimenta en el mismo momento de la revelación de las imágenes, que más que encajar, le dan curso al hilo narrativo, creando una atmósfera donde se mencionan los hechos, los objetos o los personajes, pero como escapados a su gravedad o su destino: mujeres que son el mar, que en su cuerpo y su  perfil de musas románticas y fatales, encierran los misterios de las ciudades del mar; esa geografía olvidada por nosotros con el paso de la niñez a las  edades adultas; esa otra región donde, bajo el nivel de un espejismo de aguas serenas y azules por el reflejo del cielo, encontramos el piso farragoso e inestable de  una ciénaga.
   Las Ciudades del Mar son el escenario para el rescate de las viejas figuras legendarias, el marino como prototipo del personaje entregado a la aventura y los largos viajes, la antiquísima fauna de bestiario que en estos relatos nos sorprende con sus nuevos híbridos, mujeres cuya cabellera es el mar, caracoles donde verdaderamente se oye el sonido del océano. “…De una red cargada sobre un hombro sacó un mar  diminuto y lo extendió en el asombro de mi habitación. La casa se inundaba, muebles, libros y objetos bailaban imprevisibles. El agua se desbordaba por las ventanas y todo huía con ella. Fue entonces cuando apareció mi tío con una pistola de pirata y le apuntó. Annelyne le suplicaba que la dejara irse con él, pero mi tío la sostenía de un brazo y la halaba fuerte. El viejo no habló, sólo nos miró con ojos de pulpo, llamó al mar, lo recogió en la red y se alejó llorando”.
   El anterior fragmento es muestra suficiente del rescate del narrador-fabulador, el regreso a la edad de la inocencia, el regreso a lo poético, a lo mítico si se quiere. “El que la infancia sea poética, es sólo una fantasía de la edad madura”, dijo el poeta italiano Cesare Pavese. Pero ello encierra un querer remontarse a la remota región de lo mítico, esa fuente de la cual brotan aún, nuestros más impresentidos estupores. Lo que la racionalidad y la lógica de la cultura material, matemática y contable, no han podido disolver.
   Las Ciudades del Mar es un libro oportuno. Todos los buenos libros nacen en su momento oportuno, y manejan dos ámbitos importantes y complementarios entre sí. Primero, son producto de una época y una sociedad, elaboradas en la conciencia del autor; y segundo, podría afirmarse que de alguna forma también ayudan a moldear esa sociedad. Estos libros son un verdadero acto de fe en la vida y en la palabra, y en sus muchas posibilidades de redimir al hombre. No en salvarlo para alguna creencia religiosa o ideológica, sino para sí mismo.
   Un libro así, es el ofrecimiento a la sociedad, de un fruto pleno que nace de nuestra realidad erosionada por el egoísmo y la neurosis, y al mismo tiempo nace contra ella; nace del deseo por superarla. Libro de viajes, ideal para la catarsis, con un lenguaje claro y límpido, alejado de eufemismos y demagogias intelectuales. Es la voz de un maestro, que resuena por los escondites de la niñez, de ese niño, que al decir de Pavese, siempre nos acompañará como el otro que fuimos.  
                                         


*
Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 6 A, Opinión, el jueves 28 de febrero de 2008, Bucaramanga.            
          



La sombra de arcilla

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lanavepoetica.blogspot.com
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La sombra de arcilla


Por: Claudio Anaya

  Hay muchas formas de escribir poesía; tantas, cuantas personas ejercen el oficio; tantas, cuantas formas de sentir hay en el mundo. Sin embargo una de ellas tiene una poderosa influencia en quienes nos ocupamos de estas cosas; es la actitud que asumió ante la poesía el poeta colombiano Aurelio Arturo. Él pertenece a esa estirpe de poetas con un gran sentido de consideración y de práctica ante las complejas relaciones del mundo. Tal vez no quería agregarle más peso al planeta, más complicación a la vida, y con gran sentido de levedad agregó a ese mundo que dejó en 1974, sólo un puñado de poemas y canciones, en el cual resumió el sentido estético de lo que vieron sus ojos de niño, en las comarcas al sur del cañón del Río Patía.
   Ante el ejercicio poético cabe resaltar su actitud distante y prudente, su austeridad ante la evocación, la paciencia de eterno alfarero que lo acompañó siempre en el incesante y retirado oficio de moldear con constancia la arcilla de la que están hechos sus poemas, antes de decidir el instante en que tendrán forma definitiva en la escritura, antes de que el ánfora quede girando ante nuestros ojos. Sólo eso, un puñado de poemas. “Todo lo que tengo que decir lo dije en Morada al Sur”, confesó alguna vez a algunos de sus amigos. Según William Ospina: “Muchos versos, sin duda, ya habían tomado forma en su mente, por ese procedimiento singular de su poesía, que crecía lenta y segura en él, y que sólo y circunstancialmente se resignaba a lo definitivo del lenguaje escrito”.
   Esta actitud de Aurelio Arturo nos recuerda inevitablemente a otro maestro latinoamericano, a Juan Rulfo. Maestros que pocos árboles han tenido que derribar para que su nombre gane un espacio en la historia de la literatura. Habrá otros maestros de esta línea o talante, pero con seguridad son pocos y se constituyen en ejemplo de dignidad ante el problema de los best seller o de los escritores leñadores que cada año publican un libro, sin que tengan mucho que decir.
   El tiempo es el mejor antologista, dijo repetidas veces, Borges. De esta sentencia podemos inferir su aplicación en el aspecto individual de los escritores, la depuración constante del texto ante la perspectiva de que la literatura es ganarse un modo propio de decir las cosas sobre las que todo el mundo habla o escribe. Y la conciencia humana, esa mezcla confusa de razón, instinto y sentimiento, se conforma por una serie de antesalas o borradores sobre los que trabajamos las palabras o las ideas, o ellas nos trabajan a nosotros; de todos modos es un grato, a veces doloroso o apasionado encuentro en el cual dejamos signado nuestro paso por el mundo, las alucinaciones del presente, la visión de lo que vendrá.
   Aurelio Arturo eligió, o tal vez fue su destino escribir la nostalgia de sus primeros años, de sus remotos paisajes del sur, remotos en la distancia, en el tiempo, y evocados como todo recuerdo a contracorriente, río arriba hasta llegar a la fuente del mito, donde lo personal se torna esencial y donde un hombre es todos los hombres. Se valió de una depuración del recuerdo, firme y armónica, la cual, como el sueño, libera la memoria de las ataduras y la  hojarasca que son lo puramente circunstancial, los agregados de la pobre cultura material. Esta depuración del recuerdo es un triunfo espiritual, una forma superior de inteligencia y de conocimiento de los universos interiores del hombre. De ahí, el tono épico de sus poemas, su atmósfera mítica y fundacional pues no canta la sola experiencia de un solo hombre sino de todo un pueblo, tal vez de toda la humanidad. Es esta la quintaesencia de lo poético, la perennidad de la poesía, el ámbito en donde el alma de cualquier hombre es la misma que la del más humilde campesino.
   Lección de humildad y sencillez ante la vitalidad y la ingenuidad de la vida natural que es como una muchacha púber, influenciable y voluble, y que manifiesta su manera de ser en la incondicional presencia de todas las cosas que pueden ser necesarias o que pueden contener la idea, la concepción de un mundo elemental y primitivo. La búsqueda de lo esencial en la vida es volver los ojos hacia lo que sostiene la vida y la hace posible; no hacia las cosas que la complican o la destruyen. Es quizá por esto, que los poemas de Aurelio Arturo están cargados del aire balsámico de los bosques, de una sensación de cósmico regocijo ante la visión de los fértiles valles, están cargados del sutil aleteo de las palabras de la nodriza y de las actitudes y las siluetas de hombres muy viejos que habitaron algunos días de su niñez; están cargados de tambores, de indómitos caballos que saltan sobre el horizonte, de hadas, del olor a húmeda tierra, de soleado trigo, de follajes azotados por el viento y del viento que llega a retozar en los patios, del polvo de los caminos, de ríos, canoas y grandes troncos, de frutas plenas, de aldeas, de rocío, de estrellas murmurantes y de la presencia de la casa, grande y misteriosa, llena de palabras y leyendas que quizá no se pueden desentrañar; sus poemas están cargados de todo esto y de muchas otras cosas que representan la relación armónica del hombre con la naturaleza, con el cosmos.  


III
(de Morada al sur)

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos
que tardara quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia, un ave que agoniza, cual pudo,
mi corazón luchando entre cielos atroces.

*

Texto leído el 16 de abril de 2003 en la sala de conferencias del Instituto Municipal de Cultura de Bucaramanga, y publicado en CARTILLA MÍNIMA Nº Cero, Bucaramanga, abril de 2006     

sábado, 17 de septiembre de 2011

El paisaje indeleble

La Nave
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La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.



El paisaje indeleble

  
Por: Claudio Anaya

La poesía según Javier Félix, debe obedecer principalmente al encuentro con la belleza interior. Que la poesía explore en las situaciones y circunstancias humanas y atrape en el texto esa visión que captó el poeta. De ahí que sus textos se alejen de esas temáticas snobs tan en moda por estos tiempos, o carezcan de esas experimentaciones técnicas muchas veces vacuas o artificiosas; al fin y al cabo como dijo el apreciado profesor Serafín Martínez: “En literatura se puede ser un buen creador, sin ser un innovador técnico”.

Para Félix el texto debe ser natural y cristalino como un riachuelo en un oculto pliegue de la montaña. Y entendible como el arte clásico y figurativo, al cual ya la historia de la cultura asignó sus capítulos y su época, pero no por eso venido a menos, antes, por el contrario, conservando toda la monumentalidad de las propuestas directas y de fecundos sustratos, pues su poesía no divaga en ideologías ni hace complicados giros abstraccionistas, sino que toma la anécdota por la cabeza y en un lenguaje universal incluye inexorablemente toda la carga de lo humano y lo social. La totalidad del ser humano en sus universos interior y exterior.

Estos Textos mediterráneos, con suaves matices, nos hablan de la sutil alegría del descubrimiento del viajero. La admiración elemental, casi infantil, de los espíritus leves ante los parajes y los lugares del mundo. Recordándonos así la antiquísima actitud de ser sólo viajeros en este mundo, actitud que sobrevive en nosotros tal vez por su doble condición de origen: nuestro remoto pasado cuando fuimos nómades, vagabundos sobre la piel de la Tierra, y nuestra fugaz existencia, nuestro efímero paso por la vida.

Los libros de viajes, la memoria visual y táctil de voyeur o esas crónicas de pequeños mundos e incógnitas vidas, que a veces se presentan como muy frescos apuntes en medio de una selva de hojarasca, y que quedan atrapados en la libreta de apuntes, en el messenger o en la agenda de diario entre citas de negocios, parciales balances contables, y listados de teléfonos y correos electrónicos, expresan a la perfección nuestro intermitente paso por el mundo. Son el desinteresado relato, la sutil confidencia y la muestra de esa capacidad de asombro por las cosas sencillas del mundo, que aún no se ha perdido y sobrevive en quienes han decidido tomarse la vida con serenidad y mesura, en quienes hacen una pausa para descansar y pensar, y no terminan por creer en la celeridad que el mundo les ofrece, y saben que otro tipo de sociedad es posible. Y pensando que la vida debería ser frugal, o impronta y relajada como la lectura de un libro de viajes, me viene a la memoria la paradoja del poeta, atrapado entre la búsqueda de su libertad esencial y uno de los peores inventos del hombre: el trabajo, el trabajo material con finalidad económica, antípoda de la realización de su obra.

Textos mediterráneos es un libro del oficio de viajero, el relato de un viaje, de un camino, de un tiempo en la vida de un poeta que viajó en los años noventa a conocer una de las fuentes de las cuales provenimos. Y representa la despreocupación de las rutinas, un rompimiento con el sedentarismo y un intento por alcanzar alguna de las quimeras que habitaron la juventud de nuestra generación.

Tren a Palermo

“Tunella vitá non safare nienti di capire” Salvatore.

Ventana azul inolvidable que bordea la esperanza, ilusión perpetua de caminar en un paraíso por la costa vieja de zapato siciliano que recorre mi pie joven; ingenuidad en la carroza segunda, invadida ahora, vagabunda, tornada en el color del mar, mi vientre, mi sexo,  mi respiración, inundando con su savia el néctar que engendrará para siempre un ser humano, frágil.

Crepúsculo en Roma

Abrazado a un árbol, recorro la primaveral ciudad de Miguel Ángel y escucho las canciones de la coral divina en un templo repentino.

La tramonta juega con la seda de mi cabello y me permite ignorar la dura soledad.

Camino largo, extraño; fugaz vacío en mi entraña. Pasivo y lento. Dedico mi piel y mi corazón a una criatura que Dios me ha enviado.

Tomando café

El barullo del diálogo que todos intentan aquí, adentro.

En un rinconcito tu rostro, tu olor, tu presencia sideral.

Tanteo dibujarte en cada palpo, en cada bocanada de imágenes que me llega.

Despedirse, la propuesta, pero es imposible dejarte, es ilógico pensar que te quedas, porque ya viajas en mis más internas sustancias, ya recorres los golpes que la memoria me proyectará en la inmensidad de un mar que me cobije y de una tierra que me ame.







Tomado de Nave de Papel No.8, abril de 2010