miércoles, 2 de mayo de 2012

Ciudad, novela, historia


La Nave
lanavepoetica.blogspot.com
Plaquette alternativa  12; Bucaramanga, mayo de 2012; lakartilla@hotmail.com; Director: Claudio Anaya; Comité asesor: Gloria Inés Ramírez M., Diana Katherine Ramírez  
La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.


Ciudad, novela, historia

por: Claudio Anaya

Bucaramanga actualmente es una ciudad sin rostro. Si con el tiempo, alguien del futuro quisiera conocer la fisonomía y la atmósfera cultural de esta ciudad, tal vez sólo la encontraría en los registros de la literatura y la fotografía. Bucaramanga tuvo un rostro definido, que le dio por mucho tiempo un semblante contemporáneo, sin  abandonar los perfiles de la tradición. Esa fue la cara que le dio los nombres  de ciudad bonita, ciudad cordial, entre otros, y que hablaban de la comodidad de sus espacios públicos y de su atmósfera cívica. Esto quiere decir que pasada la gran crisis de la violencia desatada en el año cuarenta y ocho, y sin olvidar las otras sucesivas violencias, Bucaramanga tuvo un paisaje definido y único, pero ya no existe.

La literatura de cualquier lugar del mundo, de cualquier parroquia del mundo, en mayor o menor medida y de acuerdo a la voluntad de los autores, puede trazar desde un boceto hasta un exhaustivo cuadro hiperrealista; esta es una condición connatural a la creación literaria; el autor, puede decirse, no escapa del todo a su paisaje de arraigo o a su época. Y no puede hacerlo porque es precisamente en estos elementos o factores donde reside la esencia de la vitalidad o el alma de la obra, ya que la literatura hace énfasis en algunos aspectos de la gran gama de las condiciones y circunstancias humanas; la historia por ejemplo.


Dijo Lukacs: “La novela histórica es tributaria de la relación del autor con su época, y su sociedad”, y si, en palabras del escritor santandereano Pedro Gómez Valderrama “la historia es precisamente el restablecimiento de los hechos que crea la vida”, entonces, una gran mayoría de novelas es histórica ya que todo es historia, ya que todos somos históricos por cuanto arrastramos la memoria y el recuerdo de nuestras vicisitudes por el mundo y nuestras relaciones con los demás; y como lo mencionó Pedro Gómez Valderrama en su discurso de ingreso a la Academia de Historia, “la historia incorporada a la literatura no es un simple recurso literario: es la creación de una nueva realidad diferente”. Y citaba también Valderrama a Saúl Bellow cuando decía: “un escritor es un historiador imaginativo que puede acercarse más que los sociólogos a las realidades contemporáneas”. Y se ha llegado a afirmar, inclusive, que los personajes de novela son tomados inexorablemente de la realidad.


Este es el principal rasgo  de Fuera de escena, la segunda novela del autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza. Y como lo acabo de mencionar, hace un retrato de nuestra ciudad en el último cuarto del Siglo XX, pero es un relato focalizado en la resistencia estudiantil universitaria. Personajes inspirados o tomados de la realidad de unos sucesos y rescatados de la clandestinidad o del olvido de los testigos, o de las fuentes primarias, para ofrecernos por medio de esa mixtura o ese umbral ambivalente entre realidad y ficción, esa historia esencial o genérica de una parte de nuestra ciudad, de una parte de nuestra generación, y de una época que ya es historia patria. Por lo cual, tal vez, no tuvo la intensión de pintar el paisaje urbano de la Bucaramanga de esa época, a fin de cuentas esta novela se constituye por un relato de acción, y el paisaje en este caso es el psicológico o social de sus personajes, pero por otro lado, como ya lo mencioné también, Bucaramanga tuvo un paisaje urbano que la caracterizó, y del cual, desde los años setenta se inició su gradual desmonte, agudizado en los últimos diez años con el último curador de la ciudad, quien ha concedido las suficientes licencias de demolición-construcción, como para borrar esa parte de la memoria física y arquitectónica de la ciudad, y con esta memoria se han marchado también los puntos de referencia, los símbolos y los signos que ayudan a construir un sentido de tradición y pertenencia de la comunidad con su paisaje. Luego, se ha hecho de Bucaramanga una ciudad sin rostro, con la neurosis del cambio y la copia foránea, a fuerza de contratos de construcción civil.

Pero la fisonomía o el semblante de una ciudad no se conforman  solamente por su registro material. La ciudad también es un mosaico de historias que se van dando y entretejiendo con el paso de las horas, y habrá oralidad y literatura, en todos los lugares donde haya como mínimo “un alguien”, cuya conciencia trascienda el presente y sin olvidarlo se proyecte hacia el pasado y hacia el porvenir.

Es cierto que Fuera de escena es una novela que ganó por W, pero también es cierto que es una novela con veinte años de cocimiento,  la cual, más que apoyarse en la realidad, parte de la experiencia vital. En esta novela como en muchas, la historia estuvo oculta por mucho tiempo en las memorias de los protagonistas o los testigos, pero cuando la pluma consolidó estas memorias en un relato, cuando las convirtió en texto, adquirió un cuerpo de realidad, una presencia, la suficiente presencia como para interrelacionarse con otras historias paralelas que se desprendieron del argumento medular, y es cuando el relato de esta novela adquirió todos los contrafuertes y las estribaciones de la realidad y de la historia hecha literatura, de la vida hecha literatura que parte de la vida,  de la literatura con alma o con vísceras.

La novela es la versión moderna y prosaica de la epopeya, que era a su vez el cantar de gesta de los pueblos. Quizá no sea pretensión o herejía, teniendo en cuenta la gran cantidad de activistas de izquierda, la millonaria granizada de muchachos que lucharon y cayeron por su causa, decir que esta novela es en nuestra ciudad un primer tramo o aliento de esa epopeya que está por escribirse. Querámoslo o no, fue una época de la historia de la humanidad que aquí también tuvo su capítulo, y en este aspecto Gabriel Ayala en nuestro medio, es un pionero.

Esta novela está escrita con un discurso básico, que podríamos llamar genérico, que se va perfilando con  la filigrana que trae el desarrollo de la historia, que va constituyendo el discurso narrativo por acumulación o sedimentación de los hechos y que logra en este caso una historia muy bien contada. Tiene excelentes descripciones, narraciones y retratos de sus personajes, realizados con muy pocas pinceladas descriptivas y expresiones oportunas en los diálogos cortos pero característicos, para una buena personificación. Buenos empalmes de la acción entre las sucesivas situaciones y también un excelente engranaje entre los bloques mayores del relato, manteniendo la tensión y el interés.

Fuera de escena es a un mismo tiempo investigación e imaginación, crónica y ficción de una época poblada por una singular clase de hombres y mujeres, por unas generaciones que no se negaron la posibilidad de soñar con una sociedad diferente.

El impacto de la revolución cubana y la efigie tutelar del Che Guevara, las influencias libertarias de mayo del 68 en París y su réplica en gran parte del mundo, el sentimiento de rebeldía tan propio de la juventud de aquel entonces, sentimiento de rebeldía ante una sociedad desigual e injusta y ante un mundo caótico, entre muchos otros factores, además de la ingenuidad tan característica de los jóvenes, configuraron esa mentalidad que permitía creer en la utopía, que oponía la quimera a la fosilización del mundo.


Bucaramanga, diciembre 17 de 2010


Texto leído el 17 de diciembre de 2010  a las 7pm., en la Sala de exposiciones del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga, en la presentación pública de la novela Fuera de escena, del autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza.




*
Fuera de escena, Gabriel Ayala P.(fragmentos)


Nunca pensé que al retornar a casa, recibiría la llamada de aquella mujer, que al desaparecer muchos años atrás, habría de cambiar el rumbo de nuestra historia.
-¿Aló? -interrogo, al levantar el auricular del teléfono.
-Sí, Alicia apareció -oigo una voz femenina en la línea.
-¿Aló? -sorprendido pregunto de nuevo.
-Alicia apareció -repite segura la mujer- Se encuentra en la funeraria Redentor -agrega, y sin más rodeos, corta la conversación.


Es el final de una obra cuya puesta en escena nunca concluyó, no se pudo correr el telón en el tiempo previsto, porque los actores jamás conseguimos controlar sus efectos, y menos aún imaginamos, que terminaríamos así. Sospecho que es una broma de alguien que supo lo nuestro, o mejor, lo mío, y quiere aprovecharse. El timbre de su voz se me hace familiar, pero en el momento no la reconozco. Aquel recelo de los años anteriores ha desaparecido, como para pensar que todavía me estén haciendo inteligencia. Entonces salgo, los árboles del parque, inquietos se retuercen entre remolinos de viento, las calles son largas a esta hora, mi sombra se enreda en los pies y me persigue, la funeraria me recuerda que somos simple mercancía. En la entrada percibo la frescura de la fuente, después el olor de las flores marchitas se impone. Alicia Lugo, segundo piso, sala numero tres. Pero vengo porque quiero verte y me encuentro con que no es posible, ¡ah!, el ataúd completamente cerrado. Veo a Mauro y por su aspecto dudo si se trata de él, su pelo excesivamente pargo y la ropa que viste, no corresponde bien a la moda de estos días. Recuerdo en un instante toda su relación y amistad con nosotros. Sosegado, habla a un lado del cadáver con dos sujetos desconocidos para mí. No se percibe en él la menor sombra de congoja y puede llegarse a pensar, que ese rostro sereno que refleja, con toda seguridad es su rostro verdadero. A pocos pasos, vestido con su acostumbrado flux, se halla Bautista, quien leal a la familia en todo momento, está pendiente para ayudar en lo que sea posible, a prudente distancia trata de escuchar lo que Mauro y los desconocidos conversan, mientras esquiva del más alto de los dos, su mirada aviesa. Quienes llegan, al acercarse y encontrar el féretro cerrado por completo, imaginan que el asunto, como lo anuncian en la tarde los periódicos, corresponde a una situación delicada. Entonces empiezan las dudas. Alicia está muerta, sí, pero ¿se ha descifrado la clave? O, por el contrario, ¿ha desaparecido por completo la fortuna? Las tías Justina e Isabel, que esperan ver la cara siempre límpida de su sobrina, son las primeras en sorprenderse y aunque intentan con un movimiento cercano al ataúd, hacerse ver de Mauro para dialogar, no lo consiguen.

*

Minutos después aparece el vehículo particular en el que llegó Matty. Mauro cancela la cuenta y deja una propina al mesero, Matty recoge la botella de vino y me la pasa. Salimos, una mujer de pelo castaño y gafas oscuras ocupa el asiento delantero, ellos ingresan al vehículo y cuando este arranca, la mujer se vuelve hacia mí, saca la mano por la ventanilla y con un leve movimiento se despide. Es la mano de Alicia, con sus dedos largos y delicados, es su cuerpo que tanto besé amé, es la última imagen que me queda de sus rostro sereno y nacarado.

Se han marchado y he quedado solo, sin generación, con toda la conciencia de una historia, pero sin nada, eso me hace sentir desconsuelo. Levanto la botella, tomo un sorbo de vino, el último tren de la noche no pasa, camino por el boulevar hasta un parque, pienso en el pasado pero el futuro cae incansable sobre mí. Cuando se conoce más el mundo, también nos conocemos mejor a nosotros mismos y cuando nos conocemos a nosotros mismos, no creo que nos guste tanto. ¡Ah!, de todas maneras la vida es bella. Así que me siento en el césped y como dice Khayyam, bebo vino, mientras contemplo la Luna, que ha visto desaparecer millares de generaciones.















jueves, 27 de octubre de 2011

La hora, la sombra, y la angustia

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La hora, la sombra, y la angustia


por: Claudio Anaya
Carlos Augusto Pereira Martínez es un veterano narrador santandereano, que no ha tenido que forjarse ni buscarse ningún estilo literario, porque parte de su franqueza y su llaneza de santandereano y su forma de hablar se reflejan en su discurso narrativo; escribe como piensa y como habla. No le interesan los acabados de la estilística sino las historias de las que se ocupa. Su estilo literario es su manera de ser y de ver la vida, acuñada en sus historias que la muestran en toda su crudeza.
En toda su producción editorial que comprende también libros de teatro, una novela, numerosos ensayos y notas de prensa, cuento y poesía, resaltan sus tres libros de cuento: Ha llegado la hora (Segundo puesto en el Concurso de Cuento Treinta Años U.I.S., en 1979); La sombra de la máscara de 1989  ; y La angustia de las almas en pena de 2008; conformado este último libro por historias en las que se ve patente que la vida real y pública de la calle es una guerra, y que otros personajes que ignoramos o no vemos, adelantan contra uno, y con el agravante de que siempre se nos pide que en esta guerra nos propongamos incondicionalmente como lo inerme, para el éxito del enemigo invisible.
La impronta de su mirada y su agitado (tal vez extraño) ritmo respiratorio, le dan a su narración, al lector, un cierto aire de situación vivencial, de testigo de los hechos, filtrados por la visión crítica que aún tiene lo que podríamos llamar la reserva de los intelectuales en nuestro medio.
Veo también dos sesgos interesantes en su trabajo; primero, la visión espectral, de ultratumba, de las visiones místicas, religiosas. Este es un ingrediente que no ha abandonado el  autor, aunque lo presenta un tanto matizado por una intensión humorística. Recordamos algunos, lo deliciosas y emocionantes que eran esas historias cuando la televisión y el cine no habían extirpado en la gente la capacidad de asombrarse con las palabras y con algunos hechos fantásticos. Y segundo, el amor y el sexo, signados por la tragedia. La tragedia encarnada en los amantes varones que sucumben víctimas de la mujer fatal, que oficia el ritual del amor sexual que devora y sacrifica. El amor que revela parcialmente sus secretos al amante, y lo sacrifica para que el mito del misterio siga existiendo como parte de lo humano.
En algunos de los relatos de Carlos Augusto Pereira M., los finales son desenfadados, finales que hacen un cierto abandono de las técnicas del famoso nocaut en el cuento, y más bien enfatizan en la explicación final que sella con contundencia la tragedia, y que nos acerca al lenguaje coloquial de la calle que es la fuente de la cual fluyen estas historias y noticias, reinterpretadas por quienes las oyen y a su vez las cuentan y las pasan de voz a voz.
También en estos textos hay un cierto regusto por la truculencia de la vida o de nuestra realidad social, ultrajada por una guerra, hija  de la corrupción política que une muchas veces en el odio a víctimas y asesinos, y que también algunas veces los ha unido en el amor y en el sexo (por ejemplo, en el cuento titulado La foto de Frank); como si sus historias nos sugirieran que no hay un lindero definido entre estos dos sentimientos.






La mujer del presagio
Al ver a la mujer de los ojos como lagos profundos, algo le dijo en su interior que ella sería su perdición, y no alcanzó a disipar la sombra del augurio, cuando aferrado en el goce pagano al cuerpo desnudo de la mujer, en su nuca el clic de un revólver engatillado le confirmaba el presagio.

La sombra
Sintió un escalofrío que le recorrió el bajo vientre y la entrepierna, cuando entró al callejón lodoso de luces mortecinas, y una sombra se proyectó a su lado. “Es mi sombra”, y siguió adelante, en el mismo instante, en que la sombra levantaba el puñal.

Reflejo
El hombre escuchó los golpes desesperados y urgentes en la puerta. Pero cuando abrió ya era muy tarde: un cuerpo cayó al suelo pesadamente, y a la luz de la luna reconoció en el rostro del acuchillado su propio rostro.



sábado, 1 de octubre de 2011

Textos para el hastío

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Textos para el hastío


Por: Claudio Anaya
UN LUGAR SIN ESPERANZAS
Breviario del Despojo es el más reciente libro de Carlos Arnulfo Arias M., y en este título, tal vez despojo sea sinónimo de desesperanza o de paradoja, como puede colegirse de los tres epígrafes que anteceden la obra, escritos por Juan el evangelista, Samuel Beckett y Julio Cortázar.
En esta colección de textos breves como bonsáis que han sido podados con la tijera de la parquedad movida por la mano de la desilusión, hasta dejar sólo  la última yema o el último cogollo como la única esperanza o posibilidad que tiene para retoñar el follaje de la historia y toda la carga de los factores humanos, no obstante puede entreverse la aridez de nuestra sociedad.
Es manifiesto el cansancio de los discursos de nuestra cultura, que si bien en los aspectos espléndidos se refugian y sobreviven en algunas minorías que más semejan sectas de afiliados, no contribuyen o dadas las circunstancias sociales no han podido contribuir a mejorar o dignificar nuestra condición humana como pueblo.
La poesía habla de los sueños de la gente y de sus deseos, de su historia y de su fantasía, y de muchos otros aspectos, pero también puede hablar de sus fracasos. Y ante un mundo tan hostil cabe la pregunta: ¿Para qué una poesía alambicada con todos estos temas, si en última instancia son las coordenadas de basura que le dictan a la gente la publicidad, la farándula y ese esperpento llamado política? … ante esto, la sentencia de fuerte sabor filosófico del rumano Emil Ciorán: “… la fatiga, transformada en visión del mundo…”.
Breviario del Despojo es el relato de quien viene ya de regreso. Pero no es un relato lineal sino una granizada de esquirlas, cada una manifestando una intensión, cada una con una historia bien oculta, tal vez por inconfesables algunas de ellas. Cada una esgrimiendo su filo y su punta,  porque ¿para qué la anécdota si la intensión es la de cuestionar, herir o diseccionar al lector?... breviario de lectura laberíntica, puede abrirse por cualquier página y saltarse de una a otra incesantemente; cada texto es un callejón que puede llevarnos a ese lugar sin esperanzas que es la esterilidad del mundo, o a uno mismo.

La muerte no espera
que los amantes
se consuman entre ellos.                                                                             (Bucaramanga,  marzo de 2010)





LA VIDA ES UNA ESPERA SITIADA


Me llega por un correo de mano a mano, un libro que a primera vista pareciera de género impreciso, de prosa poética o crónica poética, un tanto matizada por las voces de sus personajes, tal vez por haber sido escrito en esta época y en estas ciudades, y tenía que ser así, tratándose precisamente de estos tiempos y estas ciudades.
Es un libro con buen manejo de lenguaje, al que el autor ha sabido escanciarle algunas gotas amargas, y que reflejan el ruido y el desconcierto de la vida actual, como lo indica su título: Sin Sur Ni Después, de Carlos Arnulfo Arias Mendoza. No es fácil su lectura, pues sabe ocultar en la anécdota una variada carga de elementos aquilatados por la experiencia de este autor, que nos habla aquí de forma un tanto ambivalente, entre la pasión por el oficio literario y el desinterés por comunicarse en esta serie de textos ambiciosos, que pretenden abarcar toda una existencia, ¿el autor y su época?
No lo sabemos. Lo que sí  es evidente es que a través de sus anodinos o tácitos personajes, comprobamos que la literatura, en este caso la poesía que palpita en cada una de sus páginas, parte de la vida y a la vida vuelve. Hay en estos textos de facciones lavadas y sin maquillaje, el dejo de la nostalgia y de lo testimonial, y el registro de una vida de dura talla, preservada a pulso ante la adversidad.
Flota en sus ámbitos, oculta por pequeñas tragedias cotidianas, la emponzoñada atmósfera de lo político, corroyendo la existencia de esos personajes que a veces tienen nombre y a veces no, como nosotros, como el sujeto que huye apresuradamente de su tragedia y cruza una esquina para terminar en la página equivocada, como en el clásico callejón sin salida, encontrándose frente a frente consigo mismo; personajes que sólo tienen la posibilidad de luchar denodadamente contra la corriente, o resignarse a que esta corriente los abandone en cualquier lugar, o dirigir su agresiva lucha contra sí mismos, en un entorno de soledad y desamparo; si algunos breves textos son verdaderas instantáneas que sorprenden con el destello que puede tener un fugaz  fragmento de realidad, una imagen que deja en suspenso nuestra existencia al ver a alguien desesperado, en un instante enmarcado por el vacío.
Y se cuentan las cosas en este libro en tiempo presente, en tiempo inmediato, como recalcando que en nuestro tiempo nadie tiene futuro, ni sur, ni después. Es un bello y patético fresco de nuestra sociedad, que nos recuerda que cada uno de nosotros está parado sobre el filo de la navaja, y que sólo nos limitamos a esperar. 

¿Quién juega a las marionetas con quién?
¿Quién es mi juguete y yo de quién lo soy?
¿Quién dispara la bala para mi cuerpo
y quién la llevará
si tengo la suerte desconocida de esquivarla?


(Bucaramanga,  noviembre de 2007) 

Carne eres y en palabras te convertirás

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CARNE ERES Y EN PALABRAS TE CONVERTIRÁS


Por: Claudio Anaya

Carlos Lizcano es un narrador santandereano, cuyo primer libro de cuentos: Entre las esquinas del amor y la muerte, adopta aparentemente las formas de una narración lineal o tradicional, sin mayores sobresaltos ni alardes técnicos, pero que en su interior guarda y exhibe para el lector no pocas sorpresas y perlas, producto de un paciente trabajo de años y de sucesivas lecturas y borradores. Método que lo ha llevado a conocer muy bien los personajes y las historias que aguardaban ocultas antes de las podas y los ajustes.

Los personajes de sus relatos habitan la amplia temática de las sociedades actuales. Temática que va, de la infidelidad a la muerte trágica o el suicidio, la angustia ante la insuficiencia académica, el amor prohibido o ambivalente, lo mitológico, la masacre y la nostalgia fantasmal de las víctimas por la vida, la antropofagia, la licantropía, la violencia política, los celos y la ironía, la prostitución, el sentimiento de fracaso ante la vida, la leyenda, y las imprecisas y casuales relaciones entre los seres humanos.

Esta amplia gama de temas, habla por sí sola, de la propuesta de esta colección de cuentos. Quizá la literatura sea el más primigenio testimonio de la humanidad, y la función del escritor, o mejor, de la obra, tal vez no sea la solución a los problemas de la sociedad, sino proyectar una pequeña parcela de su época en la infinitud de los tiempos. Un poco a la manera de la vida reflejada en los espejos de la isla, en la Invención de Morel, del escritor argentino Bioy Casares, y no en la concepción de Borges para el cual “La eternidad no es la sucesión de los tiempos. Es un instante en el cual se congregan magicamente, místicamente, todo el pasado, todo el presente, todo el porvenir. Es una hermosa ficción humana”.

Aunque sus personajes se debaten generalmente en circunstancias adversas, es claro que la intención y la vocación de este joven narrador, son la del frío cronista del mundo, de su mundo; hay una distancia muy clara y definida del autor con respecto a las atmósferas y personajes de sus relatos,  y éstos están signados por la fatalidad. Para este joven autor, la vida es algo que ocurre entre estos dos momentos fundamentales que son el amor y la muerte. La vida es el río de historias que fluyen por las calles y que se originan entre esas esquinas llamadas amor y muerte. Y sus personajes casi prescinden de su apariencia humana; lo más orgánico que tienen es el tejido de palabras con el que expresan su vida, apoyados por un acucioso y buen narrador, muy diestro en la elaboración de esos ámbitos referenciales, de esas coordenadas de las cuales, ninguno de ellos puede escapar.

Las palabras son el humo de la voz, dice la expresión islandesa, y esta imagen de  tal levedad, nos hace pensar que en estos cuentos las historias son el polvo de la carne, lo que queda del género humano, sea cual sea la memoria o el soporte que las guarde.
  

  

El sonido de la sirena policial penetró como saeta en medio del silencio de aquel barrio somnoliento. La invisible escoba de la muerte ya había empezado a barrer los primeros coágulos de sangre que se habían formado sobre los adoquines de la  
Calle peatonal, y la bruma del amanecer se empeñaba en cubrir con su manto lúgubre lo ocurrido hacia poco menos de una hora en ese lugar.

*

Fue el lunes cuando me enteré de la identidad de mi víctima. Compré el periódico, como lo hago todos los días para distraerme llenando el crucigrama, y en la primera página vi la noticia del asesinato. Pero vea, uno no piensa que una cosa de esas pueda suceder. Él ni siquiera me lo dio a sospechar, simplemente me dijo que yo tenía que matar a un hombre que pasaría frente a mi casa. Pero no señor, yo en ningún momento creí que ese hombre me estuviera pagando esa millonada para que yo me convirtiera en su propio asesino






Tomado de Entre las esquinas del amor y la muerte, de Carlos Lizcano, Colección Ópera Prima, Asociación de Poetas en Santander “Palabra en el tiempo”, primera edición, Junio de 2009, Bucaramanga.

sábado, 24 de septiembre de 2011

País remoto, país íntimo



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 País remoto, país íntimo

 
Por: Claudio Anaya

   La aparición o el encuentro de un buen libro también es noticia. Por eso quiero participar a los lectores el descubrimiento de un libro afortunado, se trata de País Íntimo, Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos; otorgado por la Biblioteca Centenario de Cali en el año 2000, y escrito por el poeta Hernán Vargascarreño, nacido en 1960 en  Zapatoca, Santander Sur. Obra que nos ofrece en el delicioso lenguaje que da la experiencia en el oficio (leer y escribir, pensar en el mundo y la vida con la más alta exigencia) una visión delicada y cálida, íntima, en una de sus facetas más civilizadas, la vida de los seres  humanos en el recuerdo. Pero no es una memoria antiséptica sino cargada de sugerentes esencias, donde tienen mucho que ver el espíritu de la región, la época y lo mítico. La vida de las ciudades intermedias en Santander Sur, iniciada la segunda mitad del Siglo XX, cosa que todavía en algunos  parajes y momentos, podemos captar.
   La memoria escrita es el final de un proceso de autoafirmación ante el mundo, de recuperación de una época que no volverá y cuya ausencia nos enfrenta  a la nostalgia de lo irrecuperable; la vivencia grata que se acaricia cuando sólo es recuerdo. Este regodeo en el pasado, este bucear en los recuerdos le confiere a esa memoria la belleza de lo idealizado, el recuerdo de lo humano sin el peso del presente, sin la brutal gravedad del presente, como lo expresa el autor:

Asuntos de casa

Primero fue una luz. La luz era un sueño.
El sueño una mujer y un hombre que se amaban.
Así, creció la casa.

   País Íntimo es el libro del regreso, a lo grato y armónico que puede tener la vida del poeta en su infancia y juventud, y a la historia de la cultura en nuestra región. Como ya grandes poetas lo han hecho, entre los nuestros Aurelio Arturo por ejemplo, Hernán Vargascarreño recupera esos ámbitos perdidos con el transcurrir de los años, en un lenguaje depurado y universal, rescata de las profundas gasas del olvido un momento, una época y una  forma ser y vivir en la historia de nuestro pueblo santandereano, crea una región literaria que tiene mucho de la atmósfera ingenua de la pequeña ciudad y del Siglo XIX, por su orgánica proximidad a lo natural, una región literaria que nace del Santander real de esa época y que ya no se perderá, porque estará siempre en las páginas de su País Íntimo, espléndida muestra de las obras delicadas que produce nuestra cultura.


País de agujeros (6)

Clausuremos las ventanas
ahora que hemos decidido
ignorar la puerta.
Afuera
el mundo no es tan grande
ni tan feliz como parece.
Alguien que no es la muerte
nos engaña desde siempre.
 











*
Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 4 A, Opinión, el jueves 27 de diciembre de 2007, Bucaramanga. 

                  



Padrenuestros profanos

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Padrenuestros profanos

Por Claudio Anaya

   El poeta santandereano Hernando Ardila, nos presenta un libro de poemas de profunda vocación social, en donde, apoyándose en referentes históricos y culturales como la Biblia, la historia, la constitución y otras coordenadas de la cultura universal, explora con sentido crítico al actual sistema económico y social. Juega o experimenta de manera desenfadada con esos conceptos, para finalmente sorprender, al contarnos que la anécdota ha terminado con lo que creíamos que iniciaba, como al final de su poema Génesis:

“ Al final,
   el oro hizo al hombre y al hambre
   homo hominis lupus…
   y a Dios, a su imagen y semejanza”.   

   Se percibe también en algunos poemas de Hernando Ardila, un regusto por el humor. Poemas como Zoom politicom:

(Dios los crea… ellos un día se juntarán)
  El hombre es un ser social por naturaleza: Aristóteles.
    Y le dijo el padre:
“tráeme un hombresolo”
…  el hijo regresó
  trayéndole…
  una muchedumbre.

poemas que aparentemente son un juego con el absurdo y lo sorpresivo, no se quedan en el humor ni en el juego de los contrasentidos y la experimentación, al empalmar dos situaciones o factores que nada tienen que ver, para de ahí sorprender al lector con la nueva significación o escena que surja de este encuentro.

Hágase… páguese

(Midas se aprovechó de todo cuanto dijo el señor)
 Dios dijo:
“hágase la luz”
¡ella alumbró para todos por igual!
Luego,
Edison la atrapó patentándola suya
Phillips, en oro la convirtió
nuevo Dios…
Faber dijo:
“brille para todos la luz perpetua”
La multitud en silencio coreo:
Que Dios nos saque de penas
la luz
no se puede ir a pagar.

    No solamente eso. Este libro tiene implícita una actitud que para no llamar de esperanza, menciono como de persistencia y avance, tal vez de confianza en ese mundo que él quiere refundar con su nueva narración del mundo y la cultura.

    El poema Tanto y nada es un descarnado diagnóstico desde la realidad de las calles de las ciudades colombianas, donde la brutal presencia de las condiciones actuales, descalifica cualquier argumentación apoyada en la propaganda política y hasta en lo jurídico.

   Otro rasgo es el tono de marcada tendencia épica, con el cual canta y cuenta sobre las diferentes culturas latinoamericanas, hermanándolas al mencionar sus rasgos y diferencias, uniéndolas al visualizar para ellas un destino común, derivado de las actuales condiciones políticas. Y es así como Hernando Ardila retoma la vieja bandera de un debate ya olvidado: el papel del intelectual y el artista, en la transformación y liberación de la sociedad.

   Debate que tuvo vigencia de los años sesenta a mediados de los ochenta, aproximadamente, y que de ahí hacia acá prácticamente nadie ha dicho ni pío al respecto. Y el intelectual que era visto con desconfianza por el poder, prácticamente desapareció de los escenarios públicos (con algunas excepciones gracias a los dioses y los mortales) y fueron reemplazados por una granizada de artistas lacayos, burocratizados por una ley de cultura que acabó por pauperizarlos en muchos aspectos.

   Hernando Ardila entiende la creación artística y la poesía, como un importante ámbito a través del cual se posibilita la creación de conciencia en los individuos y de ahí la transformación de la sociedad y del mundo. Es una vieja utopía que renace, precisamente ahora, cuando más turbias y oscuras son las condiciones políticas, sociales y culturales en Colombia; situación agravada por la ignorancia y el desparpajo con los cuales la gran mayoría de los compatriotas mira y deja hacer, marginándose del debate y pensando que la obediencia, la resignación o el mimetismo con el régimen, contribuyen a depurar nuestra democracia.

Traición

Mateo 10 -14, contextualizado por Nando 8 - 21
No…
Jodas,
¿por un peso entregas
 al hijo del hambre?     




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Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 4 A, Opinión, el viernes 3 de octubre de 2008, Bucaramanga.                     

Las ciudades del mar

La Nave
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La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación literaria y cultural de Santander.


Las ciudades del mar





Por: Claudio Anaya

   Hace algunos años, en una conferencia le oí decir al escritor y neuropsiquiatra santandereano Miguel Ángel Pérez, que la literatura debía rescatar el fabulador. Meses después apareció su libro Las Ciudades del Mar, haciendo realidad su teoría y propuesta de tratar a sus infantes pacientes con lectura y no con otros métodos ya muy cuestionados.
   Ha pasado el tiempo y se sostiene en su propuesta: “La única terapia que tiene sentido, es la vida misma”, manifestó en otra conferencia a finales del 2007. Frase que tiene conexión medular con su propuesta médica y con los relatos de Las Ciudades del Mar, que trabajan la dúctil materia de los sueños y lo fantástico. Digo dúctil, desde mi cómoda situación de lector que degusta un discurso donde se ha hecho abandono de la lógica cartesiana, podríamos decir, y se hace uso de la fantasía y lo maravilloso, donde no existen reglas o leyes porque su armonía se cimenta en el mismo momento de la revelación de las imágenes, que más que encajar, le dan curso al hilo narrativo, creando una atmósfera donde se mencionan los hechos, los objetos o los personajes, pero como escapados a su gravedad o su destino: mujeres que son el mar, que en su cuerpo y su  perfil de musas románticas y fatales, encierran los misterios de las ciudades del mar; esa geografía olvidada por nosotros con el paso de la niñez a las  edades adultas; esa otra región donde, bajo el nivel de un espejismo de aguas serenas y azules por el reflejo del cielo, encontramos el piso farragoso e inestable de  una ciénaga.
   Las Ciudades del Mar son el escenario para el rescate de las viejas figuras legendarias, el marino como prototipo del personaje entregado a la aventura y los largos viajes, la antiquísima fauna de bestiario que en estos relatos nos sorprende con sus nuevos híbridos, mujeres cuya cabellera es el mar, caracoles donde verdaderamente se oye el sonido del océano. “…De una red cargada sobre un hombro sacó un mar  diminuto y lo extendió en el asombro de mi habitación. La casa se inundaba, muebles, libros y objetos bailaban imprevisibles. El agua se desbordaba por las ventanas y todo huía con ella. Fue entonces cuando apareció mi tío con una pistola de pirata y le apuntó. Annelyne le suplicaba que la dejara irse con él, pero mi tío la sostenía de un brazo y la halaba fuerte. El viejo no habló, sólo nos miró con ojos de pulpo, llamó al mar, lo recogió en la red y se alejó llorando”.
   El anterior fragmento es muestra suficiente del rescate del narrador-fabulador, el regreso a la edad de la inocencia, el regreso a lo poético, a lo mítico si se quiere. “El que la infancia sea poética, es sólo una fantasía de la edad madura”, dijo el poeta italiano Cesare Pavese. Pero ello encierra un querer remontarse a la remota región de lo mítico, esa fuente de la cual brotan aún, nuestros más impresentidos estupores. Lo que la racionalidad y la lógica de la cultura material, matemática y contable, no han podido disolver.
   Las Ciudades del Mar es un libro oportuno. Todos los buenos libros nacen en su momento oportuno, y manejan dos ámbitos importantes y complementarios entre sí. Primero, son producto de una época y una sociedad, elaboradas en la conciencia del autor; y segundo, podría afirmarse que de alguna forma también ayudan a moldear esa sociedad. Estos libros son un verdadero acto de fe en la vida y en la palabra, y en sus muchas posibilidades de redimir al hombre. No en salvarlo para alguna creencia religiosa o ideológica, sino para sí mismo.
   Un libro así, es el ofrecimiento a la sociedad, de un fruto pleno que nace de nuestra realidad erosionada por el egoísmo y la neurosis, y al mismo tiempo nace contra ella; nace del deseo por superarla. Libro de viajes, ideal para la catarsis, con un lenguaje claro y límpido, alejado de eufemismos y demagogias intelectuales. Es la voz de un maestro, que resuena por los escondites de la niñez, de ese niño, que al decir de Pavese, siempre nos acompañará como el otro que fuimos.  
                                         


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Texto publicado en el periódico EL FRENTE, página 6 A, Opinión, el jueves 28 de febrero de 2008, Bucaramanga.