La Nave
lanavepoetica.blogspot.com
Plaquette alternativa N° 12; Bucaramanga, mayo de 2012; lakartilla@hotmail.com; Director:
Claudio Anaya; Comité asesor: Gloria Inés Ramírez M., Diana Katherine Ramírez
La Nave es una publicación seriada, cuya finalidad es difundir la creación
literaria y cultural de Santander.
Ciudad, novela, historia
por: Claudio Anaya
Bucaramanga
actualmente es una ciudad sin rostro. Si con el tiempo, alguien del futuro
quisiera conocer la fisonomía y la atmósfera cultural de esta ciudad, tal vez
sólo la encontraría en los registros de la literatura y la fotografía. Bucaramanga
tuvo un rostro definido, que le dio por mucho tiempo un semblante
contemporáneo, sin abandonar los
perfiles de la tradición. Esa fue la cara que le dio los nombres de ciudad bonita, ciudad cordial, entre
otros, y que hablaban de la comodidad de sus espacios públicos y de su
atmósfera cívica. Esto quiere decir que pasada la gran crisis de la violencia
desatada en el año cuarenta y ocho, y sin olvidar las otras sucesivas
violencias, Bucaramanga tuvo un paisaje definido y único, pero ya no existe.
La
literatura de cualquier lugar del mundo, de cualquier parroquia del mundo, en
mayor o menor medida y de acuerdo a la voluntad de los autores, puede trazar
desde un boceto hasta un exhaustivo cuadro hiperrealista; esta es una condición
connatural a la creación literaria; el autor, puede decirse, no escapa del todo
a su paisaje de arraigo o a su época. Y no puede hacerlo porque es precisamente
en estos elementos o factores donde reside la esencia de la vitalidad o el alma
de la obra, ya que la literatura hace énfasis en algunos aspectos de la gran
gama de las condiciones y circunstancias humanas; la historia por ejemplo.
Dijo
Lukacs: “La novela histórica es tributaria de la relación del autor con su
época, y su sociedad”, y si, en palabras del escritor santandereano Pedro Gómez
Valderrama “la historia es precisamente el restablecimiento de los hechos que
crea la vida”, entonces, una gran mayoría de novelas es histórica ya que todo
es historia, ya que todos somos históricos por cuanto arrastramos la memoria y
el recuerdo de nuestras vicisitudes por el mundo y nuestras relaciones con los
demás; y como lo mencionó Pedro Gómez Valderrama en su discurso de ingreso a la
Academia de Historia, “la historia incorporada a la literatura no es un simple
recurso literario: es la creación de una nueva realidad diferente”. Y citaba
también Valderrama a Saúl Bellow cuando decía: “un escritor es un historiador
imaginativo que puede acercarse más que los sociólogos a las realidades
contemporáneas”. Y se ha llegado a afirmar, inclusive, que los personajes de
novela son tomados inexorablemente de la realidad.
Este
es el principal rasgo de Fuera de escena, la segunda novela del
autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza. Y como lo acabo de mencionar, hace
un retrato de nuestra ciudad en el último cuarto del Siglo XX, pero es un relato
focalizado en la resistencia estudiantil universitaria. Personajes inspirados o
tomados de la realidad de unos sucesos y rescatados de la clandestinidad o del
olvido de los testigos, o de las fuentes primarias, para ofrecernos por medio
de esa mixtura o ese umbral ambivalente entre realidad y ficción, esa historia
esencial o genérica de una parte de nuestra ciudad, de una parte de nuestra
generación, y de una época que ya es historia patria. Por lo cual, tal vez, no
tuvo la intensión de pintar el paisaje urbano de la Bucaramanga de esa época, a
fin de cuentas esta novela se constituye por un relato de acción, y el paisaje
en este caso es el psicológico o social de sus personajes, pero por otro lado,
como ya lo mencioné también, Bucaramanga tuvo un paisaje urbano que la
caracterizó, y del cual, desde los años setenta se inició su gradual desmonte,
agudizado en los últimos diez años con el último curador de la ciudad, quien ha
concedido las suficientes licencias de demolición-construcción, como para
borrar esa parte de la memoria física y arquitectónica de la ciudad, y con esta
memoria se han marchado también los puntos de referencia, los símbolos y los
signos que ayudan a construir un sentido de tradición y pertenencia de la
comunidad con su paisaje. Luego, se ha hecho de Bucaramanga una ciudad sin
rostro, con la neurosis del cambio y la copia foránea, a fuerza de contratos de
construcción civil.
Pero
la fisonomía o el semblante de una ciudad no se conforman solamente por su registro material. La ciudad
también es un mosaico de historias que se van dando y
entretejiendo con el paso de las horas, y habrá oralidad y literatura, en todos
los lugares donde haya como mínimo “un alguien”, cuya conciencia trascienda el
presente y sin olvidarlo se proyecte hacia el pasado y hacia el porvenir.
Es
cierto que Fuera de escena es una
novela que ganó por W, pero también es cierto que es una novela con veinte años
de cocimiento, la cual, más que apoyarse
en la realidad, parte de la experiencia vital. En esta novela como en muchas,
la historia estuvo oculta por mucho tiempo en las memorias de los protagonistas
o los testigos, pero cuando la pluma consolidó estas memorias en un relato,
cuando las convirtió en texto, adquirió un cuerpo de realidad, una presencia,
la suficiente presencia como para interrelacionarse con otras historias
paralelas que se desprendieron del argumento medular, y es cuando el relato de
esta novela adquirió todos los contrafuertes y las estribaciones de la realidad
y de la historia hecha literatura, de la vida hecha literatura que parte de la
vida, de la literatura con alma o con vísceras.
La
novela es la versión moderna y prosaica de la epopeya, que era a su vez el
cantar de gesta de los pueblos. Quizá no sea pretensión o herejía, teniendo en
cuenta la gran cantidad de activistas de izquierda, la millonaria granizada de
muchachos que lucharon y cayeron por su causa, decir que esta novela es en
nuestra ciudad un primer tramo o aliento de esa epopeya que está por
escribirse. Querámoslo o no, fue una época de la historia de la humanidad que
aquí también tuvo su capítulo, y en este aspecto Gabriel Ayala en nuestro
medio, es un pionero.
Esta
novela está escrita con un discurso básico, que podríamos llamar genérico, que
se va perfilando con la filigrana que
trae el desarrollo de la historia, que va constituyendo el discurso narrativo
por acumulación o sedimentación de los hechos y que logra en este caso una
historia muy bien contada. Tiene excelentes descripciones, narraciones y retratos
de sus personajes, realizados con muy pocas pinceladas descriptivas y
expresiones oportunas en los diálogos cortos pero característicos, para una
buena personificación. Buenos empalmes de la acción entre las sucesivas
situaciones y también un excelente engranaje entre los bloques mayores del
relato, manteniendo la tensión y el interés.
Fuera de escena es a un mismo tiempo investigación e imaginación,
crónica y ficción de una época poblada por una singular clase de hombres y
mujeres, por unas generaciones que no se negaron la posibilidad de soñar con
una sociedad diferente.
El
impacto de la revolución cubana y la efigie tutelar del Che Guevara, las
influencias libertarias de mayo del 68 en París y su réplica en gran parte del
mundo, el sentimiento de rebeldía tan propio de la juventud de aquel entonces,
sentimiento de rebeldía ante una sociedad desigual e injusta y ante un mundo
caótico, entre muchos otros factores, además de la ingenuidad tan
característica de los jóvenes, configuraron esa mentalidad que permitía creer
en la utopía, que oponía la quimera a la fosilización del mundo.
Bucaramanga, diciembre 17 de
2010
Texto leído el 17 de diciembre de 2010 a las 7pm., en la Sala de exposiciones del
Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga, en la presentación
pública de la novela Fuera de escena,
del autor santandereano Gabriel Ayala Pedraza.
*
Fuera de escena, Gabriel Ayala P.(fragmentos)
Nunca
pensé que al retornar a casa, recibiría la llamada de aquella mujer, que al
desaparecer muchos años atrás, habría de cambiar el rumbo de nuestra historia.
-¿Aló?
-interrogo, al levantar el auricular del teléfono.
-Sí,
Alicia apareció -oigo una voz femenina en la línea.
-¿Aló?
-sorprendido pregunto de nuevo.
-Alicia
apareció -repite segura la mujer- Se encuentra en la funeraria Redentor -agrega,
y sin más rodeos, corta la conversación.
Es
el final de una obra cuya puesta en escena nunca concluyó, no se pudo correr el
telón en el tiempo previsto, porque los actores jamás conseguimos controlar sus
efectos, y menos aún imaginamos, que terminaríamos así. Sospecho que es una
broma de alguien que supo lo nuestro, o mejor, lo mío, y quiere aprovecharse.
El timbre de su voz se me hace familiar, pero en el momento no la reconozco.
Aquel recelo de los años anteriores ha desaparecido, como para pensar que
todavía me estén haciendo inteligencia. Entonces salgo, los árboles del parque,
inquietos se retuercen entre remolinos de viento, las calles son largas a esta
hora, mi sombra se enreda en los pies y me persigue, la funeraria me recuerda
que somos simple mercancía. En la entrada percibo la frescura de la fuente,
después el olor de las flores marchitas se impone. Alicia Lugo, segundo piso,
sala numero tres. Pero vengo porque quiero verte y me encuentro con que no es
posible, ¡ah!, el ataúd completamente cerrado. Veo a Mauro y por su aspecto
dudo si se trata de él, su pelo excesivamente pargo y la ropa que viste, no
corresponde bien a la moda de estos días. Recuerdo en un instante toda su
relación y amistad con nosotros. Sosegado, habla a un lado del cadáver con dos
sujetos desconocidos para mí. No se percibe en él la menor sombra de congoja y
puede llegarse a pensar, que ese rostro sereno que refleja, con toda seguridad
es su rostro verdadero. A pocos pasos, vestido con su acostumbrado flux, se
halla Bautista, quien leal a la familia en todo momento, está pendiente para
ayudar en lo que sea posible, a prudente distancia trata de escuchar lo que
Mauro y los desconocidos conversan, mientras esquiva del más alto de los dos,
su mirada aviesa. Quienes llegan, al acercarse y encontrar el féretro cerrado
por completo, imaginan que el asunto, como lo anuncian en la tarde los
periódicos, corresponde a una situación delicada. Entonces empiezan las dudas.
Alicia está muerta, sí, pero ¿se ha descifrado la clave? O, por el contrario,
¿ha desaparecido por completo la fortuna? Las tías Justina e Isabel, que
esperan ver la cara siempre límpida de su sobrina, son las primeras en
sorprenderse y aunque intentan con un movimiento cercano al ataúd, hacerse ver
de Mauro para dialogar, no lo consiguen.
*
Minutos
después aparece el vehículo particular en el que llegó Matty. Mauro cancela la
cuenta y deja una propina al mesero, Matty recoge la botella de vino y me la
pasa. Salimos, una mujer de pelo castaño y gafas oscuras ocupa el asiento
delantero, ellos ingresan al vehículo y cuando este arranca, la mujer se vuelve
hacia mí, saca la mano por la ventanilla y con un leve movimiento se despide.
Es la mano de Alicia, con sus dedos largos y delicados, es su cuerpo que tanto
besé amé, es la última imagen que me queda de sus rostro sereno y nacarado.
Se
han marchado y he quedado solo, sin generación, con toda la conciencia de una
historia, pero sin nada, eso me hace sentir desconsuelo. Levanto la botella,
tomo un sorbo de vino, el último tren de la noche no pasa, camino por el
boulevar hasta un parque, pienso en el pasado pero el futuro cae incansable
sobre mí. Cuando se conoce más el mundo, también nos conocemos mejor a nosotros
mismos y cuando nos conocemos a nosotros mismos, no creo que nos guste tanto. ¡Ah!,
de todas maneras la vida es bella. Así que me siento en el césped y como dice
Khayyam, bebo vino, mientras contemplo la Luna, que ha visto desaparecer
millares de generaciones.